Hoy me toca escribir sobre Jaime Siles, poeta español – por cierto, hace poco un
ilustre desconocido para mí -, por ello antes de empezar he buscado algo para conocerlo mejor.
He aquí este vídeo, que ya nos da una pequeña muestra de lo que se nos avecina.
He aquí este vídeo, que ya nos da una pequeña muestra de lo que se nos avecina.
Es muchas veces a través de una
pregunta "tonta" que uno conoce un poquito acerca de su interlocutor:
"¿Qué es la felicidad?”, le preguntan. Y la contestación es tan
sencilla como a la vez profunda: “Es
la ausencia del dolor en términos generales, pero sobre todo es la coincidencia
conmigo; yo diría que es la coincidencia de yo consigo mismo”. Lo interesante es que el
entrevistador no se da por satisfecho y vuelve a hacerle la pregunta – piense
él – desde otra perspectiva para ver si le sale algo más "común",
"normal" – un lugar común poético, quizás - como respuesta. Pero sin
embargo, Siles no se retrae, sino que vuelve a repetir con más
énfasis lo anteriormente dicho: “felicidad íntima, la felicidad intrínseca, que no
es la que viene de fuera adentro sino la que va desde adentro afuera, yo
volvería a esa definición que he dado antes: en lo físico, la ausencia de
dolor; y en lo espiritual, la conciencia del yo con el sí mismo”. Pero el entrevistador no se da,
una vez más, por satisfecho y le pregunta cómo eso se concreta y, para ello,
pone énfasis “en términos más coloquiales, ¿cómo en ti llega esa
auto realización de esa coincidencia con tu propio ser?”
Sinceramente, no sé si el
entrevistador – o muchos de los seres que habitan este planeta - ha quedado
satisfecho con la respuesta o la ha entendido; pero aquí está en definitiva una
respuesta que abarca no sólo la visión de un poeta, sino la de un ser humano
que va más allá del mundo que quieren que vivamos y estereotipos que lo cercan.
Es decir de la materialidad y del mercantilismo que lo cerca.
Es exactamente ésta la respuesta que
encontramos en su obra. Por ello, es un exquisito reto de interpretación. Será
antes un exquisito reto para interpretarla. Así que Jaime Siles, además de
ser poeta español contemporáneo – por cierto, vuelvo a repetir, hace poco un
ilustre desconocido para mí -, es catedrático de Filología Clásica en la Universidad de
Valencia y presidente
de la Sociedad
Española de Estudios Clásicos. En su labor literaria, se dedica a la
poesía y escribe ensayos y crítica literaria.
Lo de la entrevista nos aclara mucho,
así que vayamos ahora a otra, en la que nos aclara que en su obra
“lo moderno de lo mío es lo clásico también, y no me refiero
tanto a sus formas como a sus contenidos y, en concreto, a estos tres: la
crisis de identidad, de sujeto y de lenguaje que hay en ella, y que actualizan
una de las líneas de nuestra más moderna Tradición: la que se inicia en el
Barroco, continúa en el Romanticismo, alcanza su mayoría de edad con
Schopenhauer y Nietzsche, su madurez con Rimbaud, Mallarmé, Mauthner y
Hoffmannsthal, y que tiene su máximo desarrollo en Wittgenstein y Celan.
Esa
es la Tradición moderna en la que me he movido, pero debo precisar que con una
clara y notoria diferencia: para mí, el yo es un producto del lenguaje y, si se
me apura, una consecuencia de lo que la lingüística indoeuropea ha pensado
sobre el politematismo y polimorfismo de los pronombres personales. Para
Benveniste ―como casi también para Prisciano― yo es todo lo que dice yo, y nada
más que eso. De ahí que, en mi conferencia titulada “Poesía y Filología”, me
haya atrevido a proponer algo así como una cuarta persona gramatical que sería
la instancia de discurso de la persona poemática, que no siempre ―y yo diría
que casi nunca― coincide con la real”
A partir de esas consideraciones del poeta valenciano, se nos hace
interesante la lectura de su poema:
El lugar del poema
No está el poema
en las oscuridades del lenguaje
sino en las de la vida.
No está en las perfecciones de su
cuerpo
sino en las hemorragias de su
herida.
No está donde creíamos que estaba
ni es una imagen única ni fija.
Está por donde huye lo que amamos:
está en su despedida.
Es decirnos adiós nosotros mismos
al cruzar cada vez la misma esquina.
Es la página que mueve sólo el
tiempo
con su tinta igual pero distinta.
No está el poema, no, en el lenguaje
sino en el alfabeto de la vida.
Así que este metapoema se desvela ante la metáfora del cuerpo/
vida como estructura poética, tal como la interrogante que nos hacemos al leer “Arte Poética” de Huidobro, ¿cómo explicar/
justificar su estética literaria como algo que le atañe tan sólo “a lo que dice
yo”? - conforme lo que declara en su entrevista -.
Pero, dialécticamente, si ese yo/ cuerpo “es un producto del
lenguaje”, su existencia se hace posible a través de la negación: de “sus
perfecciones” – tal como el lenguaje tampoco es perfecto -, de su “imagen fija”
- el ser es siempre su venir a ser de la metáfora heracliana - , “de lo que amamos”.
Es decir. De su presencia “en el lenguaje” - el humbral, en palabras de
Huidobro: "Que el verso sea como una
llave/ Que abra mil puertas." En
otras palabra, se trata de las "oscuridades del lenguaje o de la realidad
de la vida" misma. Indicios de ello lo encontramos en su entrevista, en la que afirma: "Mi obra anterior la veo como escrita por
otro, que he sido pero que ya no soy yo: por eso, aunque lleve mi nombre, ni es
mía ya ni me pertenece, y, en el caso de pertenecer a alguien, pertenecería
sólo al lector, que es él, y no yo, quien la realiza".
Esta supervaloración del poder genésico de la palabra y de la
naturaleza del acto creador emparentan claramente a Siles no solo con Huidobro
sino también con Rimbaud, quien había pregonado en casi toda su obra el
carácter demiúrgico del verbo, es decir, la noción de la poesía como gestora
mítica de sentido, como cuerpo de la existencia de la poesía.
La inteligencia, el talento, la erudición, unidos a unas vidas
personales sumamente intelectualizadas asimismo refuerzan la relación entre
esos poetas. En el ámbito académico cabe citar la influencia de Octavio
Paz. Conforme el propio poeta lo afirma en llamada a un curso de Verano que
impartió en la Universidad de Marbella en el 2014: “el peso que Octavio Paz tuvo en mi generación, la generación de
los ’70 o de los novísimos”:
Pero, algunas otras interrogantes nos persiguen y estimulan en la
interpretación de la obra de ese poeta. ¿Puede
considerarse que el alfabeto de la vida es el código de la vida? ¿Por qué? ¿Es
un código inteligible, o solo sensible? ¿Por qué? ¿Nos está diciendo Siles que
la vida es superior e irreductible a lenguaje?
Sin lugar a dudas el alfabeto de la vida disimula su propio
código, en la medida en que el alfabeto – occidental - pretende ser el código
de la lengua con el que (des)dibuja inteligible y sensiblemente la
irreductibilidad del ser humano, desde la conveniencia de sus referenciales de
la tradición, sea clásica, española o hispánica. Así que la vida no es superior, inferior, mediocre, en otras palabras, tampoco irreductible a ese lenguaje. Es más que ello, la vida es el propio
lenguaje que se consustancia con su propia estructura de venir a ser, en la inmanencia
diaria de la vida. Es un intento cotidiano de bastarse, de llevar a cabo lo que
no se concluye.
Y cuando Siles nos afirma que “La crítica, cuando se impone la tarea de entenderlos, enriquece los
textos; cuando no se toma la molestia, sino que opta por el prejuicio y el
apriorismo, no devalúa los textos, sino a sí misma.” No sólo nos
aclara y le agrega conocimiento sobre sí y su obra, sino que también – no
pocas veces – nos llama a la atención el modus operandi de uan crítica que puede ser equivocada. De ahí que el traductor o el
crítico textual no siempre son los "mejores" lectores: si su lectura
pasa por el filtro de su “yo” - nunca exento - puede no coadunar con la
propuesta o ética misma de la crítica o de la estética de la literatura o del
autor. Si “Quien se mueve en el poema es el yo: no es el tiempo” lo mismo puede pasar con el análisis crítico.
Por esa frase se puede notar que el tiempo le es extremadamente importante. Exactamente antes de afirmarla, el poeta valenciano nos aclara que:
Por esa frase se puede notar que el tiempo le es extremadamente importante. Exactamente antes de afirmarla, el poeta valenciano nos aclara que:
El poema es el rito en que se actualiza el mito de lo que
creemos ha sido, era o es nuestro yo. Por eso, más que conocimiento de algo, el
poema es reconocimiento de una instancia discursiva de nosotros, en la que
percibimos –o creamos– puntuales o durativas epifanías de nuestro móvil yo.
Con esas palabras, parece
estar Siles interpretando el “Arte Poética” de Borges:
Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
Si por una parte, ese tiempo – así como el “yo”, guardadas sus respectivas
idiosincrasias -, el tiempo de la poesía depende de su forma, de su
realidad: el crono, depende de su topos y del ser que lo identifica, amén de
las palabras que lo significan. Por
otra parte, si Heidegger afirma que el lenguaje es «la casa del ser»,
Herder que el «espíritu del pueblo» o que la identidad nacional de tal o cual
grupo de seres humanos, es algo que, desde el Materialismo Filosófico, se
considera una mitología, una falacia, o incluso una tontería; cuando Siles
declara: «Desconfío y creo en el lenguaje a la vez, porque no puede ser de
otro modo. Y mis poemas reflejan esa dialéctica» no hace más que reforzar lo
dicho anteriormente, que la palabra es la razón y el pulso de la vida. Y si así lo es,
la metamorfosis que le provoca el tiempo – como es el caso del tiempo mítico
que lo renueva todo y le da nuevo significado a la vez que rescata lo antaño –
le presta como razonamiento la metamorfosis de su materia.
Pero, al final de la primera parte de su entrevista, dice Siles que «El lenguaje, debido a su uso, se ensucia cada día, y es
obligación de la poesía limpiarlo y mantenerlo en estado de marcha, como si
fuera un reloj». ¿No acaso es esta la principal
responsabilidad de la Filosofía? ¿Acaso Poesía y Filosofía comparten la misma
responsabilidad filológica? ¿O es acaso la Filología la que se ha olvidado de
sus propias responsabilidades, al ponerse acríticamente al servicio de
ideologías diversas, particularmente nacionalistas, posmodernas, feministas,
etc...? Siles presenta tanto en su poética como asimismo en su labor académica
un brillo filosófico poético propio.
Y... la poesía tal como plantea Siles tiene su raíz en el
pensamiento clásico y va más allá de lo moderno, como cuando nos aclara todavía más
acerca del Tiempo en su quehacer:
El Tiempo es la imagen móvil de la eternidad,
como Platón lo definía; es cambio y movimiento; es ser y devenir a la vez; es
Parménides y Heráclito unidos como en Heidegger. En mi juventud he tenido una
concepción circular del tiempo similar a la descrita por el escudo de Aquiles
en la Ilíada, a la definida por Platón en Tim. 38 y por Aristóteles en suPhys. 223 b . A ello me he referido
en “El tiempo del poema” (VII Jornades Poètiques de l’ACEC, 30, Cuadernos de
Estudio y Cultura, Octubre de 2008, pp.65-71) y no lo voy a intentar resumir
ahora aquí.
Pero
puede adquirir otros matices, como el ritmo y ajetreos de la vida moderna, muy
presente en “Semáforos, semáforos”:
Aún
nos falta referirnos a su labor como traductor y su influencia en este campo.
Como me falta conocimiento de alemán, le tendré que pedir ayuda a mi colega de alemán Norma o a tía Salette… Así que esta parte queda para más tarde.