miércoles, 26 de agosto de 2015

Luis Cernuda y nuestra "Desolación de la Quimera"

Desolación de la Quimera
Luis Cernuda



Todo el ardor del día, acumulado
En asfixiante vaho, el arenal despide.
Sobre el azul tan claro de la noche
Contrasta, como imposible gotear de un agua,
El helado fulgor de las estrellas,
Orgulloso cortejo junto a la nueva luna
Que, alta ya, desdeñosa ilumina
Restos de bestias en medio de un osario.
En la distancia aúllan los chacales.

No hay agua, fronda, matorral ni césped.
En su lleno esplendor mira la luna
A la Quimera lamentable, piedra corroída
En su desierto. Como muñón, deshecha el ala;
Los pechos y las garras el tiempo ha mutilado;
Hueco de la nariz desvanecida y cabellera,
En un tiempo anillada, albergue son ahora
De las aves obscenas que se nutren
En la desolación, la muerte.

Cuando la luz lunar alcanza
A la Quimera, animarse parece en un sollozo,
Una queja que viene, no de la ruina,
De los siglos en ella enraizados, inmortales
Llorando el no poder morir, como mueren las formas
Que el hombre procreara. Morir es duro,
Mas no poder morir, si todo muere,
Es más duro quizá. La Quimera susurra hacia la luna
Y tan dulce es su voz que a la desolación alivia.

«Sin víctimas ni amantes. ¿Dónde fueron los hombres?
Ya no creen en mí, y los enigmas que yo les propusiera
Insolubles, como la Esfinge, mi rival y hermana,
Ya no les tientan. Lo divino subsiste,
Proteico y multiforme, aunque mueran los dioses.
Por eso vive en mí este afán que no pasa,
Aunque pasó mi forma, aunque ni sombra soy;
Afán que se concreta en ver rendido al hombre
Temeroso ante mí, ante mi tentador secreto indescifrable.

»Como animal domado por el látigo,
El hombre. Pero, qué hermoso; su fuerza y su hermosura,
Oh dioses, cuán cautivadoras. Delicia hay en el hombre;
Cuando el hombre es hermoso, en él cuánta delicia.
Siglos pasaron ya desde que desertara el hombre
De mí y a mis secretos desdeñosos olvidara.
Y bien que algunos pocos a mí acudan,
Los poetas, ningún encanto encuentro en ellos,
Cuando apenas les tienta mi secreto ni en ellos veo hermosura.

»Flacos o fláccidos, sin cabellos, con lentes,
Desdentados. Esa es la parte física
En mi tardío servidor; y, semejante a ella,
Su carácter. Aun así, no muchos buscan mi secreto hoy,
Que en la mujer encuentran su personal triste Quimera.
Y bien está ese olvido, porque ante mí no acudan
Tras de cambiar pañales al infante
O enjugarle nariz, mientras meditan
Reproche o alabanza de algún crítico.

»¿Es que pueden creer en ser poetas
Si ya no tienen el poder, la locura
Para creer en mí y en mi secreto?
Mejor les va sillón en academia
Que la aridez, la ruina y la muerte,
Recompensa que generosa di a mis víctimas,
Una vez ya tomada posesión de sus almas,
Cuando el hombre y el poeta preferían
Un miraje cruel a certeza burguesa.

»Bien otros fueron para mí los tiempos
Cuando feliz, ligera, hollaba el laberinto
Donde a tantos perdí y a tantos otros los dotaba
De mi eterna locura: imaginar dichoso, sueños de futuro,
Esperanzas de amor, periplos soleados.
Mas, si prudente, estrangulaba al hombre
Con mis garras potentes, que un grano de locura
Sal de la vida es. A fuerza de haber sido,
Promesas para el hombre ya no tengo».

Su reflejo la luna deslizando
Sobre la arena sorda del desierto,
Entre sombras a la Quimera deja,
Calla en su dulce voz la música cautiva.
Y como el mar en la resaca, al retirarse
Deja a la playa desnuda de su magia,
Retirado el encanto de la voz, queda el desierto
Todavía más inhóspito, sus dunas
Ciegas y opacas, sin el miraje antiguo.

Muda y en sombra, parece la Quimera retraerse
A la noche ancestral del Caos primero;
Mas ni dioses, ni hombres, ni sus obras,
Se anulan si una vez son: existir deben
Hasta el amargo fin, perdiéndose en el polvo.
Inmóvil, triste, la Quimera sin nariz olfatea
Frescor de alba naciente, de alba de otra jornada
Que no habrá de traerle piadosa la muerte,
Sino que su existir desolado prolongue todavía


Luis Cernuda y nuestra "Desolación de la Quimera"



Octavio Paz afirma en su ensayo “La palabra edificando” que  un “poeta es aquel que tiene conciencia de su fatalidad, quiero decir: aquel que escribe porque no tiene más remedio que hacerlo – y lo sabe. Aquel que es cómplice de su fatalidad – y su juez.”

En su texto sobre Luis Cernuda, Jesús G. Maestro asevera que si “todo poema contiene una biografía lírica, la Desolación de la Quimera contiene sin duda la de su autor.

¿En qué medida puede ser poética una biografía? Quizás a condición de que los sucesos y fechas dejen de ser historia y se vuelvan ejemplares: “mito, argumento ideal y fábula”, es la respuesta de Paz. “Los poetas se sirven de la leyenda para contarnos cosas reales; y con los sucesos reales crean fábulas, ejemplos.”

“Desolación de la Quimera” es el último poemario de Cernuda. El título por sí solo nos remite no sólo al mito grecorromano sino que también a la desolación de la esperanza. Veamos cómo Cernuda fabula a la Quimera en el poema que lleva el mismo nombre.

El poema inicialmente (estrofas 1 y 2) presenta un escenario de desolación y muerte crepuscular en el que se encuentra la Quimera, hecha estatua que se deshace en arena. A la muerte del día, se presenta la luna con su cortejo de estrella. La desolación se ahonda todavía más en imágenes de bestias en medio a un osario y aullar de chacales.  Quimera,  mutilada y abandonada en el desierto sirve ahora de nido de buitres. Los granos de la arena del desierto son sus despojos a los que contempla mientras anochece. 



Ante ese escenario, la Quimera le lamenta a la Luna (estrofas 3 a 8) el no poder morirse de pronto. Su voz es a la vez dulce y desolada: le queja sobre la permanencia de su esencia divina y de su afán de verse enfrentada en enigmas en oposición a su estado de desolación ante al desaparecimiento de su imponente apariencia y de los hombres a quienes retaba. Aunque les alaba la hermosura a los hombres, les critica como poetas, a ésos no los ve hermosos, tampoco su obra. Todo lo contrario, les afea tanto el aspecto físico como el carácter, pues al cambiarla por la mujer, mejor dicho, transformarle a la mujer en una despreciable “triste Quimera”, al cambiar sus enigmas por un sillón en la Academia y al cambiar la esperanza por la certeza burguesa, convierten el carácter/ significado de la Quimera en tan decadente como su imagen. Ante esa desolación, la Quimera recuerda los tiempos en los que se sentía feliz por pasar lo contrario. En los que vivía su plenitud. Cuando los dotaba de su eterna locura: imaginar sueños de futuro, esperanzas de amor y periplos soleados.

Al terminar su quejido (estrofas 9-10), la luna la abandona entre sombras. Sin el encanto de su voz, el desierto queda todavía más inhóspito. El ahora espejismo de lo que fue antaño,  refleja el vaho de lo que fue su existencia. Ante el silencio desolador, llega el alba. La Quimera se retrae a su Caos primero. Olfatea el frescor del amanecer y espera que algún día se convierta totalmente en el polvo del desierto.




Este poema de Cernuda nos hace reflexionar que quizás el hombre está condenado a una soledad promiscua, vulgarizada por sus pares. Su prisión - o la existencia a la que está condenado a vivir - es tan grande y vaciada - por sus pares - de su significado inicial como el desierto está vaciado de vida. La desolación, tristeza y lo vano derivados de la transformación de Quimera en “la” triste Quimera pone de relieve a “los hombres/poetas” que valoran el miraje. Se han convertido a sí mismos en objetos burgueses y han olvidado que lo que tiene valor, no tiene precio, se conquista.   La representación de ese mundo hostil a los valores de la conquista, que desprecia “que un grano de locura / Sal de la vida es” pone de relieve la escalofriante revelación fatal y lúcida de sabernos narcísicos en la vanidad burguesa o en la soledad de nuestra “caduca” Quimera.