El finde pasado fui a ver la presentación de una función aquí en São Paulo. Desde luego le doy la enhorabuena a su autor, Matías del Federico, por su texto. Aquí, desde un
primer momento me extrañó mucho el título, “Baja (¡!) terapia”, sólo cuando vi
el título original entendí el contexto y he planteado escribirle estas palabras acerca de la experiencia.
Desde luego, admito que las razones que me llevaron
a ir a verla fueron que se trataba de una obra de un escritor argentino - el
teatro y el cine argentino nos viene brindando con grandes textos y producciones
– y que la ponían en un teatro riguroso cuanto a la calidad de los montajes que
se realizan allí. A depender del reparto, confieso que difícilmente me
atrevería a ir a verla.
Ya, ya… Me muestro como una persona cargada de
prejuicios, pero hoy en día cuando uno se propone a ver una “comedia” aquí en
Brasil tiene que averiguarlo antes para no verse entre clisés y chistes de
gusto dudoso que solo hacen reforzar la intolerancia hacia minorías, cada día
más oprimidas. Fue el caso de "Histeria", no se la recomiendo a nadie. No, no, desde luego "Bajo terapia" no tiene para nada ese carácter, se acerca más a la
tragedia – tampoco veo como comedia otra obra, a la que me parece estar muy
presente en esa trabajo, “Un dios salvaje”-.
Los personajes reflejan los estereotipos humanos (¿sociales?) "normales y corrientes" que están sueltos por el mundo, que no pertenecen a esta o aquella sociedad,
cultura. Así que me cuesta mucho ver la gente que se ríe de la representación
de la miseria humana (suya y ajena). Esa risa suena más como algo histriónico y
perturbador. No me reí, sino que me asusté con las risas. Con el par y paso
de la obra llegué a dibujar una sonrisa irónica y melancólica, lo mismo que
hice mientras asistía a “Un dios salvaje”. Lo inesperado no fue el final de la
obra - como alardeado por la sinopsis en la prensa -, sino constatar que la farsa misma fue lo único que le incomodó al público. Pero, creo que ese público está lejos de darse
cuenta de que es su propia vida la farsa.
Al final del espectáculo, aquí
en Brasil, los actores se reúnen para charlar con los interesados. Tras toda la
publicidad y recomendación acerca de las prendas promocionales de la pieza que
se venden en el portal del teatro (mugs con la caricatura de los personajes), planteé
que quizás pudiera haber en ese momento algo de reflexión más acorde con el
tenor de la realidad que la obra de teatro pone en escena. Pero no, iqué va! Sólo halagos y cumplidos a
los actores.
Sí, de veras se trata de una “baja” terapia, pues
llevará mucho tiempo para que esta sociedad de la selfie y la
vanidad esté dispuesta a estar “bajo” terapia.