viernes, 28 de abril de 2017

El revisionismo: la ideología histórica que permanece en el inconsciente colectivo


Según la página web de Wikipedia el "El revisionismo histórico es el estudio y reinterpretación de la historia. Tiene un uso académico legítimo y otro peyorativo. Su uso académico se refiere a la reinterpretación de hechos históricos a la luz de nuevos datos, o nuevos análisis más precisos o menos sesgados de datos conocidos."

¿Por qué peyorativo? ¿Acaso no sería cinismo caracterizarla así?

Hay una corriente de investigadores que se vale de este concepto para desarrollar una versión poco "fiable"  - por no decir descarada y radicalmente contraria a los hechos históricos - de los acontecimientos, pese a la vasta documentación histórica, testigos y vestigios arqueológicos incontestables.
Una de las corrientes más aterradoras de ese pseudo revisionismo es la del  "Negacionismo del Holocausto". Según los investigadores que defienden esta tendencia afirman - con cierta sazón de adoctrinamiento - «el genocidio practicado por la Alemania nazi contra los judíos y los gitanos no existió, sino que es producto del mito, de la fabulación, del fraude». Con lo cual,  defienden la revisión de la Historia bajo la justificación de que consideran que el Holocausto fue una "construcción" ideológica de las fuerzas aliadas contrarias al régimen del III Reich.
Quien tuvo un mínimo de estudio de Historia, leyó algo la literatura que se produjo a raíz de ese evento - por poner dos títulos de gran circulación "Diarios" de Anne Frank y "Olga", de Fernando Moraes, este último cuenta la trayectoria de la  mujer del político brasileño Luis Carlos Prestes, que por ser judía y alemana fue entregada por el gobierno brasileño a los alemanes quienes la ingresaron en un campo de concentración pese a estar embarazada - o vio películas como "La lista de Schindler" o el documental catalán "El convoy de los 927" - que se basan en documentos, testimonios y rasgos arqueológicos incontestables acerca del holocausto no sólo de judíos y gitanos, sino también de presos políticos, como es el caso español -, tiene un mínimo de conciencia de que el Holocausto alemán existió y es un marco vergonzoso en la historia de la humanidad.


Documental catalán "El convoy de los 927"

Acerca todavía del revisionismo histórico, al principio de este mes el presidente de la TVE José Antonio Sánchez declaró que "España nunca fue colonizadora. Fue evangelizadora y civilizadora: es más o menos como sentir pesar por la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial". Sí, sí señor, solo estas palabras ya nos dejan indignados y causan espanto cuanto a la estrechez de interpretación y comparación histórica que establece, pese a todo el arsenal histórico - al que se incluye la "Brevísima relación de la destruición de las Indias" y sus estudios posteriores - y los tribunales salmantinos inquisitoriales, ese distinguido señor concluye "¿En que cabeza cabe que los españoles de entonces se iban a dedicar al exterminios de seres humanos? Los españoles que fueron a América eran los españoles que tenían unas cortes que hacían mucho, que tenían sometido al Derecho cualquier poder o arbitrariedad, que vivían en un país lleno de catedrales, que sí hizo cosas malas, que alguien me diga en qué conquista no las hubo". Como podemos notar, ya en esta última frase, toma la palabra "conquista" como justificación del proceso histórico, como suficientemente razonable como para exentarle a cualquier colonizador de culpabilidad por sus actos usurpadores.

Bueno, mejor lo dejo aquí para escuchar y averiguar si no se trata de una interpretación digna de llamar a ese revisionismo "peyorativo" o, aun, digno de un cinismo olímpico:



Tratar los hechos históricos como mera ficción es algo que Cervantes ya denunciaba con su caballero de la triste figura. Sin embargo, aunque estamos en el mes del libro y se trata del presidente de la TVE, su habla nos lleva a plantear que ese señor no solo no lo leyó sino que ignora los limites que hay entre la ética y moral histórica y la ética y moral de su interpretación.  

A raíz de esa postura, que nos muestra un ejemplar cabal del medieval modo de pensar de la élite moderna - sí, es que piensa exactamente de esa forma, no han evolucionado su óptica de leer o convivir en sociedad - me viene a la memoria el modo peculiar cómo el profesor italiano titular de Historia de la Filosofía e Psicología General de la Universidad de Venecia – Itália, Umberto Galimerti interpreta ese tipo de mentalidad. En su trabajo "Psiche y Techne", el estudioso defiende la tesis - cita Heidegger para ello - de que pese a toda la evolución tecnológica y a que, sin lugar a dudas, vivimos en "la sociedad de la técnica", tenemos que entender la palabra "técnica"  como un tipo de racionalidad que consiste emplear los máximos objetivos con el empleo mínimo de los medios. 

Un ejemplo. Explotar al hombre - visto tal cual una máquina tecnológica - al máximo con los mínimos recursos interpretativos. En otras palabras, el amor, lo bueno, lo bello, lo verdadero, lo ético o lo justo, entre otros valores humanos, - el aparato humano per se - no sirven para nada pues lo único que importa es su utilidad objetiva como máquina. 

Así que, el hombre en la sociedad contemporánea apenas ha ensanchado el campo de la sinonimia de su función de siervo, a esclavo y, luego, a obrero, a comercial, a profesor, etc. La mentalidad de la élite de antaño no ha cambiado nada, tan solo se ha adaptado al uso del vocabulario moderno. Así que el revisionismo, según su propia mentalidad no es un cinismo, sino más bien la forma tal como esa élite milenaria lee, percibe y objetiva las relaciones tecnológicas en la sociedad.    

Pero algunas cuestiones surgen cuando esa "máquina tecnológica humana", engranaje del sistema, decide o alcanza algún puesto que le asigna ilusoriamente algún estamento de élite. Este engranaje pseudo "élite", tan sencillamente cuanto su mente le permite, tan solo irá reproducir este simple mecanismo de reproducción del modus operandi de la "sociedad de la técnica". Así que para este ciudadano es muy fácil creer y reproducir todo lo que le dice esta élite, una vez que no posee la capacidad tecnológica suficiente del aparato humano para razonar acerca de la realidad de su entorno.

Desde ese principio, llego a pensar que cínicos somos nosotros en pensar lo contrario en una sociedad cuyos principios son los de esa técnica caduca, ¿no es cierto?

Esta semana se cumplió el 80 aniversario del bombardeo de Gernika. Tras esa violenta masacre de civiles, los militares franquistas trataron de divulgar que los propios vascos se la habían incendiado. Pese a todo la denuncia documentada por el fotógrafo y periodista George Steer que le sirvió a Picasso como material de estudio para su mural/ protesta, muchos creyeron y siguen defendiendo todavía hoy la posición de los nacionalistas franquistas. No es difícil, según la teoría del profesor Galimberti, saber quiénes son esos defensores.


Pero lo más aterrador de toda esa tecnicidad, sobrepuesta a la actitud humana, es que la violencia hacia civiles a partir precisamente de ese hecho y, por ende, el modo como los nacionalistas lo justificaron históricamente nos persigue como una constante repetición cotidiana. Cualquier justificación para una masacre se vuelve plausible en la "sociedad de la técnica". Basta acordarnos de ataques aéreos con bombas atónica a Hiroshima y Nagazaki que no escandalizaron al mundo.

Al parecer, desde entonces, todos los días es como aquel lunes de mercado de 1937, en Guernica.


Desafortunadamente, hay que admitir que en el marco de la histórico de la violencia humana, España ocupa un papel central en esa "sociedad de la técnica", por su mérito y capacidad de innovación tecnológica en detrimento de la prerrogativa de la dignidad humana del ser. 

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