domingo, 1 de enero de 2017

"Neruda": La metaficción ha vuelto a estar de moda

La resistencia y la resiliencia 

En su novelae "La Pesquisa" de J.J.Saer nos llama la atención para el hecho de que,

“La conversación diaria de una anciana con su canario, mientras le limpia la jaula, es tal vez el único debate serio de los tiempos modernos, no los que tienen lugar en las cámaras, en los tribunales o en la Sorbona: habiendo ganado, después de haberlo perdido todo, el privilegio de no tener nada que perder, una sinceridad sin premeditación preside su estilo oratorio, que a veces ni siquiera se expresa con palabras, sino más bien con silencios y ademanes significativos, con sacudimientos de cabeza para nada explícitos, y con miradas en las que se confunden ardor y desapego.”


Al desnudar los mecanismos de la pesquisa de su personaje, Saer nos lleva al debate acerca del espacio de barrotes inefable de la palabra.
Los planteamientos que proponemos aquí, se refieren a ese inefable - quizá muchas veces vano - espacio que se convierte en metaficción.


La película "Neruda"



Esta semana he visto la película "Neruda" (Pablo Larraín, 2016), pese a la crítica negativa, que dejaron los expectadores en el blog del cine de una sala en un centro comercial, ¡me gustó! 


Vale, ya sé que no sirve de nada este tipo de consideración sencilla y coriente, así que me propongo a plantear algo acerca del porqué de las críticas negativas de los brasileños y del título de este post. Vamos a ello.


En un primer momento, si uno busca informaciones acerca de la peli, la primera que le aparece es que Gael García Bernal - el famoso actor mexicano - trabaja en ella y ya sabemos que para los cinéfilos hispánicos eso significa peli taquillera, como suelen ser todas las de Ricardo Darín. Pero informo de antemano que pese a que lo tienen en el papel de unos de los personajes emblemáticos, y quizá la elección de ese actor cumpla la función taquillera, la peli no pinta exige mucho más del que la ve por la complejidad de aspectos que la involucra.

Sinceramente, pensaba que a Gael lo pondría de Neruda joven, pues planteaba una peli sencillita tirando a la biografía poética, sin embargo y afortunadamente estaba equivocada. Se trata de una feliz mezcla del "cine negro" con el lenguaje metaficcional biográfico y, en ese contexto, Gael se las arregla como un patético y exquisito Óscar Peluchonneau, probable hijo bastardo de un difunto eminente director general de la Policía de Investigaciones de Chile, al que sucede en su puesto, y se hace encargo de la persecusión del senador Ricardo Eliezer Neftalí Reyes y Basoalto, más conocido por su nombre artístico Pablo Neruda.  

Pero, vamos a tratar de explicar dos cosillas:

1. Lo que pasa es que sin embargo es justamente esta mezcla que puede que no la hayan entendido o no haya caído en el gusto del brasileño, pues las críticas hacían alusión a, p.ej., la "mala fotografía". En otras palabras,  la película trata de llenar el juego ficcional al que se propone filmar el director y los personajes. 

Así que, ante la afirmación de la mujer de Neruda "En esta ficción, todos giramos alrededor del protagonista",  Peluchonneau, se pregunta: "¿Personaje secundario? ¿Yo? No, no señor.

Y más adelante, trata de decirle a un Neruda ausente y que siempre está a unos pasos adelante, en una realidad inasequible:  "Quiero ser testigo de tu muerte. Y voy a ser personaje principal.

Peluchonneau se sabe ficción y lo interesante es que Neruda se comunica con ese perseguidor a través de pequeños regalitos que le hace a lo largo de la trama: le deja siempre una novela policíaca - espacio en el que quiere que se mantenga -, con sarcásticas dedicatorias. Esa clase humor negro, típico de la novela y cine noir.

Por otra parte, en el ámbito de ese mismo espacio ficcional, el director, Pablo Larrain, y su equipo de arte tratan de enmarcar las escenas de persecusión con imágenes al estilo de collages en un blanco y negro difuso, que fácilmente lo percibimos como elemento netamente ficcional. A las que hábilmente contraponen las de fiestas, cabarets y conventillo, extremadamente cargadas de colores. Y,  aunque conocemos la Historia y sabemos que se trata de una ficción, nos aflinge ver a ese policía que le persigue en ámbito ficcional al protagonista, a esa ficción cuyo poder de narración trata de convertirse en Historia Oficial.

En Brasil el cine negro no es cultuado, mucho menos la novela negra - estilo éste muy praticado en el ámbito hispánico e ilustre desconocido de los lectores brasileños -; quizá por ello el público desilusionado no pudo disfrutar del juego de simulacros que hace el director con los elementos de ese género - el carácter oscuro de los ambientes de fines de los '40, lejos de las casas señoriales a las que permite que sus personajes visiten bajo una mirada muy crítica - a la que incluye  la persecusión a un Neruda criminal/ justiciero, según la visión izquierdosa o derechista de cada cual -, la resolución del aura de misterio que el poeta le impone a su perseguidor mientras desvela la violenta, maniqueísta y minimalista división de un mundo entre buenos y malos - pese a la compejidad de los personajes -  se esfuma y la mayor parte de sus personajes son individuos derrotados y en decadencia que buscan su espacio o, cuando menos, algún atisbo de humanidad; así que no nos estraña que ante a la soberbia de un Neruda que se presume de ser superior Álvaro Jara - papel de Michael Silva - le diga "Lo único que le pido es que sea un poco más humilde."


Pero sabemos que la humildad no entra al Parnaso.

2. Por otra parte, otra explicación posible sería la del momento político actual. En Brasil, estamos en medio a una convulsa tormenta de un mar político cuyo barco está a punto de visiblemente romper bombordo y estibordo. Así que para los de derecha/estibordo, no es nada cómodo ver una película en la que el la izquierda/bombordo, además de figurar como protagonista y ser el héroe, denuncia la traición de la derecha, su intento de, en un primer momento, enturbiar y, luego, borrar su imagen y existencia. Ya se nota que, aquí como en todas las partes, la historia se repite y los ánimos no son capaces de percibirse o percibirla como masa de maniobra.


Si el arte - en todos los ámbitos de su expresión - y más precisamente la metaficción van mucho más allá de una simple lectura mimética, peligrosamente desvelan el simulacro de la realidad y así provocan otras formas de pensar, ¿no sería acaso ese motivo del porqué se quiere desahuciarla del espacio social y de la vida del ciudadano común?

Pero no nos preocupemos. A la burguesía sólo le interesa la poesía caduca, decimonónica. Y la voz del poeta, que sea igualmente anticuada. Así que sólo quien ha escuchado las lecturas que Neruda hace de sus poemas - están disponibles en la web -, puede en definitiva aclamar la interpretación de Luis Gnecco, quien la ubica muy bien en su espacio y tiempo.

¿Cómo no apreciar una película que te lleva de una sentada a platear tantas cosas y a releer el presente con el color y el humor del pasado, cuya Historia podemos revisitar y contarla a sabiendas de cuáles son sus códigos?

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